DE NOCHE JUSTO ANTES DE LOS BOSQUES

EL DESARRAIGO Y LA INCOMPRENSIÓN

Por Patricia Fernández

El desarraigo y la incomprensión son los ejes fundamentales de esta novela de Bernard-Marie Koltès. A continuación, analizaremos de qué manera están presentes en la obra, cómo muchas veces esta presencia no es tan evidente y de la manera en la que ambos se relacionan para dar lugar a una obra que exige de un lector activo para entender el circuito mental de idas y venidas de su protagonista: un vagabundo que deambula durante una noche oscura por las calles marginales de París.

El libro se inicia con las dos premisas fundamentales: el desarraigo y la incomprensión. El protagonista anda por la calle sin destino, asalta a un completo desconocido al que identifica como “compañero” y busca desesperado “una habitación” (pág. 8) donde pasar la noche. La incomprensión se pone de manifiesto cuando este intenta explicarle a su interlocutor una idea que ni él mismo es capaz de entender.

La relación que mantienen entre sí el desarraigo y la incomprensión se basa en una unión de dependencia. El protagonista es un inmigrante en París, no tiene nombre y no se le da ninguna identidad. La consecuencia directa de que una persona se encuentre en un país diferente al propio hace que muchas de las costumbres del país que le acoge no las entienda. Y eso mismo le pasa al protagonista, que habla de “lavarse la pipa”. No nos dice de dónde viene, pero explica cómo le miran “raro” cuando en al entrar a un baño él decide lavarse sus genitales. Él no es capaz de saber, de entender, por qué. Él, que vive en hoteles, buscando una habitación donde dormir, se encuentra desubicado en un país que se le antoja extraño.

Es interesante ver cómo el protagonista no se identifica con nadie, no se define, no se encasilla. Salvo con una identidad: es “extranjero”. Se siente parte de ese conjunto de personas que están perdidas, que no tiene un hogar y están lejos de su tierra. Es el único momento del libro en que se proporciona al lector algo, un rasgo, que permita entender que lleva al protagonista a pensar y actuar de la manera en que lo hace.

En esta línea, el desarraigo no solo es vivido en las carnes den el propio protagonista, sino que se traslada a otros inmigrantes y al lector, al que el protagonista identifica con “compañero” y al que interpela constantemente. Aquellos que “como tú y como yo no tienen ni dinero ni trabajo”. Aquellos que, como él, están “despojados de todo” y es que el protagonista no solo muestra a una persona sin casa, para el lector es un personaje sin identidad, sin rasgos, sin algo que le permite caracterizarle o darle un sentido humano. La única información que se da de él es la de un vagabundo.

Pero el desarraigo afecta a todos los órdenes de la vida del protagonista. Las personas que se cruzan con él durante aquella noche no tienen identidad, los lugares son solo “baños”, “bares”, “esquinas” o “habitaciones” y el su interlocutor no es más que compañero. Lleva tan interiorizado el ser extranjero que es interesante cómo él dice sentirse más en casa en una habitación de hotel que en un lugar normal.

En la misma línea, vemos cómo el desarraigo no solo es se produce únicamente a raíz de estar lejos de su hogar, sino que el desarraigo más importante y quizás uno de los momentos de mayor tensión en la obra es cuando el protagonista hace entrever esa falta de cariño familiar. El protagonista comienza a llamar a su madre, “mamá, mamá, mamá” casi de manera inconsciente. Buscándola y llamándola mientras deambula por las calles de París. Es interesante cómo esta figura materna subyace a raíz de otra figura femenina, una chica que está en uno de los puentes de París. Es decir, cómo, de alguna manera u otra, es de manera inconsciente la identificación de una mujer con la de su madre a la que echa de menos.

 

Pero el carácter que en la obra se le da al desarraigo no solo está ligado al no saber dónde dormir, a la incomprensión del país o a la falta del cariño de una madre. Koltes le da, a través de su protagonista, un aire de libertad, de independencia. Él no se siente alineado ni atado a un trabajo, explica con cierto orgullo cómo puede dar un paseo cuando le apetece o sentarse en la hierba sin que nadie le haga levantarse, sin que nadie le esté vigilando y explica que él no está hecho para esa vida, la vida del trabajador.  Es decir, dentro de una obra marcada por la tensión y la oscuridad, el protagonista habla de cómo esa falta de un trabajo, una casa o una familia, le proporciona un elemento positivo: la libertad. Libre de estar dónde quiera, sentarse en la hierba hasta que le plazca y de “alucinar con su rollo”.

Este desarraigo e incomprensión no solo es el contenido del texto, sino también el continente. Es decir, la manera en la que el autor quiere hacerle llegar al lector lo “perdido” que, en cierto modo, anda el protagonista, no solo lo hace presentándole con un tipo deambulando por París en medio de la noche buscando una habitación, sino que también a través de la forma del texto. El texto no tiene ni un solo punto y seguido, ni la estructura tradicional de párrafos. Las ideas se superponen unas a otras. Tan pronto el protagonista está hablando de buscar una habitación como se poner a hablar de la chica a la que conoció en un puente.

En conclusión, vemos cómo Kortés logra un coctel literario perfecto a través de un protagonista que deambula, sin un céntimo, por unas calles marginales y oscuras de un Paris que se le antoja extraño y adverso. Aunque siempre le quedará un compañero dispuesto a darle cobijo para una noche en una habitación que sentirá cómo su propia casa.

 

 

 

 

Publicado por Patricia Fernandez

Periodista, escritora y conferenciante. Fundadora de la ONG Avanza sin miedo.

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