EL DOLOR: REALIDAD Y FICCIÓN EN LA OBRA
Por Patricia Fernández
El Dolor: Francia, Segunda Guerra Mundial, un diario y Margaritte. La realidad y la ficción se conjugan en esta obra de Duras para dar lugar al imaginario de una mujer, Margaritte, incapaz de reconocerse a sí misma tras encontrar un diario escrito por ella misma durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. A través de El Dolor descubrimos las sombras de una mujer que vivió bajo el umbral de un conflicto bélico que no dejó indiferente a ninguno de sus protagonistas, así como las distintas formas en la que la realidad y la ficción se configuran.
Para poder entender cómo se forma esta dicotomía entre la realidad y el dolor presentes en la obra, es fundamental el comienzo del libro cuando, la propia narradora, Margaritte, afirma no reconocerse a ella misma en un diario que ha encontrado. Es decir, pese a que los hechos que relata en la obra pertenecen a la realidad (abril de 1945), desde el imaginario de la mujer son pura ficción, pues ella misma no es capaz de identificarse cómo sujeto en el relato que está a punto de leer y que ella mismo escribió durante el conflicto bélico.
Una vez que hemos establecido esta premisa, es interesante ver de qué manera la realidad y la ficción afectan de un modo particular a cada uno de los personajes. Para ello, empezaremos por la más inmediata, Margaritte Duras. Al comienzo de la primera parte del libro (ABRIL) la narradora cuenta la desesperada espera de su marido, Robert L. después de que fuese detenido hace tres años por los alemanes. En el más estricto de los sentidos esta es una realidad, la desaparición del cónyuge. No obstante, buena parte del relato que atañe a esta parte de la obra hace referencia a una serie de hechos que solo ocurren dentro de la cabeza de la narradora, en otras palabras, la ficción. En la imaginación de la protagonista su marido está muerto, tirado en una cuneta, pasando hambre, fusilado, quemado… Ella misma afirma “mi peor batalla la libro con las imágenes de la cuneta, cuando cierro los ojos” y un sinfín de posibilidades que finalmente se descubren ninguna ocurren. Sin embargo, estas ficciones son unas realidades que afligen en un gran sometimiento a la protagonista y que se trasladan como tales al lector.
Pero no solo Margaritte tiene, en cierto modo, una concepción de la realidad un tanto diseminada, en el resto de personajes la realidad, en mayor o menor medida, se configura en la imaginación de cada uno de ellos dando lugar a una ficción. Así, personajes como Rabier, que ha asesinado a personas, lo que sería una realidad grave y delictiva, se configura en su imaginación como una “realidad” justa y solemne que responde a los intereses de Alemania y de la “raza aria”. Esto sería una total y absoluta ficción creada y consensuada para llevar a las personas a actuar de este modo.
En este sentido analítico, la configuración la realidad y la ficción se establece de tal manera que la realidad de uno es la ficción del otro y viceversa. Para ver más concretamente cómo este juego está presente en el libro lo ilustraremos con un ejemplo. Rabier (agente alemán infiltrado de la Gestapo) y su relación con Margaritte. Él vive esa unión de una manera en la que se superpone superior a ella, en otras palabras, él cree llevar el control de esa situación y estar engañando a Margaritte. Esa es su realidad, que, valga la redundancia, propiamente dicha sería una “ficción”. Ya que, por su parte, Margaritte, asume este rol jerarquizado que la sitúa por debajo de Rabier y, fingiendo que está siendo engañada, es ella la que en realidad le engaña a él y hace de la ficción de esa relación, una realidad.
Otro aspecto de la ficción creada es la propia identidad de los personajes y cómo está muestra personajes reales que serían hoy imposibles de identificar. En este sentido está D. su nombre se reduce a una sola letra, quizás la autora decidió no desvelarlo por motivos de seguridad o quizás D no existía más que en su cabeza como antes hemos dicho y formaba parte de ese imaginario creado durante los años de espera a Robert L. También está Rabier, que no se llama realmente así, si no que su nombre es otro, dado que el mismo confiesa haber “robado” el nombre a un francés que ha fallecido.
Por otro lado, en este análisis dicotómico es esencial estar al tanto de las circunstancias que contextualizan cuándo y cómo fue escrito el diario. A partir de esta premisa, se pueden deducir que muchos de los personajes y situaciones que aparecen en el libro no son realidades sino ficciones creadas por la propia Margaritte. Un ejemplo de ellos podría ser el capítulo de La ortiga rota, al final de la obra. Aquí aparecen una serie de personajes, un niño, un forastero y un hombre durante la ocupación alemana de Francia. En este sentido, existe cierta desvinculación respeto a la línea general que sigue la obra, lo que puede llevar a pensar que, lejos de ser una realidad, sea una ficción soñada o creada por la propia Margaritte, así como pudo serlo D.
Además, es muy interesante ver cómo se juega con la ficción y la realidad en el lenguaje a través del uso de diversas figuras retóricas. Podemos ejemplificar este aspecto con la manera en la que Margaritte describe su estado anímico y emocional mientras espera a Robert L.: “muerta en vida”, esa exageración metafórica por parte de la protagonista es puramente una ficción que, en el último de los sentidos refleja una realidad: la desesperación al ver que su marido no vuelve. Por otro lado, podemos observar claramente esta relación en el capítulo del 28 de abril (pág. 131) cuando Margaritte asume que realmente el holocausto nazi es un crimen “de todos”, de toda la población, incluidos los franceses, incluida ella misma. Otro ejemplo sería cuando Margaritte identifica la toma de Alemania por parte de los aliados como “Alemania en llamas”.
Otra de las posibilidades para ver cómo realidad y ficción juegan es a través del contexto histórico que relata la Guerra y la importancia que tienen los nacionalismos. La realidad en este sentido sería la pertenencia a un país, la nacionalidad que aparece en el documento de identificación de cada ciudadano, sin embargo, la ficción se vería reflejada en cómo esta pertenencia se arraiga en el imaginario social dando lugar a un fuerte sentimiento por la patria que, en ninguno de los casos, es tangible. Un sentimiento, una ficción, que lleva en la obra a situaciones extremas y que realmente, vistas desde fuera, no tienen ningún sentido. Un ejemplo extremo sería el del agente de la Gestapo, Rabier, que dice que “serviría a Alemania hasta su muerte, más allá de la Guerra”.
A partir de este análisis se puede ver cómo es difícil diferenciar, en ciertas ocasiones, qué hay de realidad y qué no en la obra de Duras, entendiendo que lo extremo de las circunstancias deriva en un diario que, por las mismas razones, es difícil de entender y de descifrar incluso por la propia autora. En este sentido, la conjugación de la realidad y la ficción se lleva a cabo en el imaginario a dos niveles, tal y como hemos visto, el individual (Margaritte y cada uno de los personajes) y el colectivo (el contexto bélico).