Imagen 1. Botticelli, Sandro. El nacimiento de Venus (1485)
Mi reflejo es tu espejo.
Decía.
Dijo.
En un presente,
que sonaba perfecto.
Y mi reflejo
en tu espejo
se ve distorsionado.
Y distorsionas,
porque sigo aquí
y no sea así.
Y mis cabellos, mis largos, aterciopelados y oscuros cabellos son en ti las riendas de los caballos.
Y mis manos, mis fuertes, callosas y curtidas manos son en ti dos narcisos delicadas al tacto.
Y mis ojos, mis bravientes, temerosos y desafiantes ojos son en ti perlas por mar olvidado.
Y mi reflejo, mi desnudo, temeroso y difuminado reflejo, es en ti el deseo consumado.
Porque no me ves, no me tocas, no me entiendes, ni comprendes, en mí Ser.
Me ves, me tocas, me entiendes y comprendes, en tu Deseo.
Deseo proyectado.
De lo que amarías que fuera.
De lo que no alcanzo a ser.
Mi valiente reflejo.
En tu espejo destrozado.
Y mi inteligencia es tu perdición. Y mis curvas tu salvación.
Y mi independencia es tu condena. Y mi flaqueza tu panacea.
Pero soy a mí.
Sin necesidad de ti.
Y mi espejo,
roto
desequilibrado
y valiente espejo
Es a ti
Mi reflejo.
Nota de la autora: Reflexión acerca de la ilusión proyectada de unos seres sobre otros. Nada de lo que vemos en el otro individuo es una realidad (¿qué es la realidad? ¿existe?), sino una creación de lo que nuestros propios deseos y creencias inconscientes nos llevan a dibujar en un lienzo que anda, piensa y se reproduce.