Escribo sobre fantasmas. Sobre musas. Y demonios. Escribo sobre la intangibilidad de mis pensamientos. Escribo tratando de arrancar aquello que me mantuvo despierta hasta entrada la madrugada. Sin romantizar. Con hastío. Escribo porque no sé llorar. Porque cuando acaba el día, son las letras las únicas a las que me sé confesar.
Entre tus idas y venidas
Y mis ganas de escapar
Se te va el tren a Barcelona
A mí la vida de este lugar.
Como sustituto de una acción vital. Escribo para llorar, para poder sangrar. Morir y vivir en un verso. Gritar entre rimas aquello que, por derecho impuesto, he de callar. Escribo porque si no me ahogaría, sin necesidad de tocar el mar. Porque los demonios que viven bajo la piel, no siempre son fáciles de burlar.
Que no te quiero niña de oro
Vuela libre donde quieras llorar
Amarra vela cuando sientas
Que es demasiada la tempestad.
Divago por ciudades ficticias, buscó entre sus resquicios mi hogar. Los barrotes de oro me asfixian, no soy niña de un solo lugar. Y al tenerme aquí metida, si no fuera por aquellas musas, no sabría cómo aguantar.
Que no soy de burdas excusas
Ni pez solitario de este mar
Tú vuelve cuando quieras niña
Que para entonces otra Luna te será.
Burda como una piedra, frágil como el cristal. Si me miras bien me adivinas, soy un puñado de letras y mar. Ando con los pies descalzos, no me vaya a lastimar. Y aunque cada arena se me antoja distinta, al final es en la misma playa (de dientes de oro) donde quiero descansar.
Yo de ti las musas que dibujas
Tú a mi los demonios del cristal
Canción a pie de andén de enero
No me consigues atrapar.
Sin apegos ni pertenencias, ni deseo alguno de frenar. Como si de un cuento de Poe se tratase, a veces vive el horror en esta ciudad. Sus calles están vacías, no hay transeunte con el que hablar. Y yo solo escribo sobre fantasmas, no sea que sus musas y mis demonios se vayan a escapar.
Entre Banksy y Unamuno
La muerte acecha tras el cristal
Mira niña ya no te espero
Que otra Luna por mí lo hará.
Pero escribo como medida higiénica. Antes de mí, ya lo dijo Mann. Y viajo para sanarme el Alma, porque no hay quien viva y muera en esta gran ciudad. Si de fantasmas viven mis letras, y en sus musas me quiero refugiar, que se lleven consigo a mis mil demonios, que sangro con palabras porque no sé llorar.