Carmesí de las cien baladas que ensordecí, penitencia de mis desvaríos, me mato contigo aquí.
Susurra Sabina tras el portón, oídos sordos a quién canta. Esquela de beso sobre tu pecho desnudo, vigilia de dolor.
Ni hubimos de morir ni nos mató, a regocijo de él supimos vivir. Para enraizarme en ti de madrugada y huir, gata y parda, al salir el Sol.
Huellas lejanas del que fue nuestro hogar, sábanas mojadas, boquita de mar. Impío atardecer sobre el pedestal y yo que me muero, me mato sin ti.
Adivinóse tu estela cuando calla el sol y vestirme de Luna al disimular. Los vuelos de mi falda para recordar: te espero sentada en el ventanal.
Vuelve a tu parecer que yo sigo aquí, cubierta de estrellas, vestida de ti. Besando otras playas y amando otro mar, esperando a mi vuelta poderte encontrar.
Manantial de mi vientre que llora por ti, intento tejerte en versos de vil. Pura pena, cae baladí y yo que te busco, me pierdo sin ti.
Al paseo infinito te podría llevar y allá dónde quisieras poder descansar. Tu buen corazón no supo entender: tanto perdí se me olvidó querer.
Si me lees algún día quisiera confesar, es mi última bala, no voy a rogar. Y si supiera Sabina que morí por ti, mataría estos versos si volvieses a mí.
Agosto de 2019.
Un comentario en “Ya me lo advirtió Sabina”