Ya no estás aquí, pero vives en mí y yo te paro en cada verso, para volver a matarte al final de él.
Y con cada letra, desnuda y padecera, te desvisto y te admiro, te toco, sonríes y te deshaces.
Porque tuya fue la decisión de marcharte, pero míos son los recuerdos, la poesía y las imágenes de una Luna que me habla de ti.
Y aunque la vulgar historia no deje cicatriz, en los márgenes de estos poemas duermo, sueño y me alimento.
Como un salvavidas metafísico de la catarsis interior nacida del espejismo de volver a verte.
Esto no es una carta de amor. Es un grito sordo de Paz Interior.