Cogió mis letras (¿acaso mías?), ellas vacilantes, vivaces y rebeldes, y las puso a bailar. Las liberó de la cárcel del papel y las dejó escapar del patíbulo en el que perecen estas redondas: el olvido.
‘Nana de Bajamar‘ fue escrita para que Pablo acertase con sus versos y sus redondeces. Para que el niño, guitarra en mano, la hiciese suya y, en los cabildeos de las letras que rumian, las sacase a bailar.
También hizo un par de arreglos, corto por aquí, cosió por allá, en resumidas cuentas, tejió la tela a su gusto y antojo. El resultado fue espléndido, un ocaso policromático que era sinónimo de la idiosincrasia de sus melodías: la Libertad.
Como buen artista y dueño de sus melodías tuvo a esta fiel servidora de la literatura en vela y dicha un par de semanas (calculo tres). Días en los que esperaba escuchar aquella Nana transformada en baile, gozo y simpatía.
Bendita espera, como el día en el que tú te topaste con mis letras. Tú y ellas: Sacra combinación
Pablo las sacó a bailar, les quito las ganas de vagar y las encaramó en los trastes de su guitarra. Y ellas, que habían sido creadas en la indulgencia de mi Amor, de pronto se vieron provistas de ojos, manos y boca con los que te miran, te rozan y te besan. Y todo porque Pablo las había dado vida de la forma más hermosa y respetuosa que su Alma de Artista pudo tejer: al ritmo de su guitarra.
Gracias, Pablo, por darle vida a mis letras, ahora son de los dos.
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