Miguel Rellán: «El teatro es la verdad, cuando está bien hecho»

Miguel Rellán en el Teatro del Barrio / © Patricia Fernández
Patricia Fernández 
30 de septiembre de 2021 - Madrid 

“El teatro es la verdad, cuando está bien hecho», afirma el director y actor Miguel Rellán desde el corazón del Teatro del Barrio (Madrid) donde acaba de estrenar la obra ‘Contarlo para no olvidar’. Con “17 años de vida y 57 de experiencia” en Rellán conviven las pulsiones del tiempo. Habla de los clásicos, se reivindica como un hombre “de su época”, que “es esta” y me pide que no le «llame de usted”. Hijo de médicos, a más de 600 kilómetros de este lugar, en Tetuán (Marruecos), un niño que se parecía a Gary Cooper, según su admirado abuelo, “por lo de alto y delgado”, escuchaba los clásicos del Cine Avenida desde la ventana del cuarto de servicio de su casa.

Desde Tetuán se marchó a Sevilla para estudiar medicina y allí se apuntó al Teatro Español Universitario (TEU). Corrían los años de la dictadura y quería “hacer un teatro político para cambiar el mundo”. Habla pausado y contundente, con la certeza de quien entiende el oficio y sus vestiduras. Se resta importancia a sí mismo, pese a la amplia carrera de películas, obras de teatro, series y galardones que le preceden, como ‘Amanece que no es poco’ (1989),  ‘Luces de Bohemia’ (2012) y el Goya en 1987.

Rellán ya no escucha el Cine Avenida desde la ventana de su casa en Madrid pero, si se asoma a la ventana que da a sí mismo, encuentra aquella imaginación e introspección con la que de niño comenzó a amar el arte. Por eso, reivindica “el partido de la alegría” y afirma de manera taxativa, “no me pienso retirar”. Le pregunto, mientras se acomoda, si tiene tiempo para charlar. Esboza una sonrisa, asiente y comienza este viaje por las ventanas a las que se asoma el hombre y niño con quien, durante años, nos hemos emocionado, reído y disfrutado en la pantalla del cine y del teatro, Miguel Rellán.

P – Miguel, volviendo a los comienzos, naciste en Tetuán…

MR – (Esboza unas palabras en árabe)

P – ¿Hablas árabe?

MR – No puedo hablar de arte. Pero para discutir que esto es caro o pásame la pelota, sí. Las cosas de la vida. ¡Hombre! Después de 20 años allí….

P – Y en esos primeros años en Tetuán, ¿qué veías cuando eras niño por la ventana de tu habitación?

MR – No veía, oía. El cuarto de baño del servicio daba a la parte de atrás de la pantalla del Cine Avenida. En verano, cuando abrían las puertas, se oía perfectamente. Yo me levantaba por la noche, me iba al cuarto de baño pequeño a oscuras y volvía a oír la película que había visto por la tarde. !Me la sabía de memoria! Todo el cine clásico y mucho cine francés. Desde ‘Raíces Profundas’ (1953) a  ‘Scaramouche’ (1952). La época gloriosa del cine, como ‘Lo que el viento se llevó’ (1962).

P – ¿Comenzó entonces el gusto por el teatro?

MR – En primer lugar quedé fascinado por el cine desde pequeño. Una confesión, yo era un tipo muy delgadito y muy miope. Me operé hace muchos años y ya veo perfectamente, pero tenía un 15% de visión y unos culos de vasos así de gigantes. Sufría eso que ahora llamáis bullying.

P – Y así veías el mundo…

MR – Era una pantalla de cine desenfocada. Como es de nacimiento te acostumbras, pero no veía nada. Lo único que sé hacer bien es nadar, pero cada vez que me metía al agua no podía ver sin las gafas y, cuando salía del agua, me fijaba dónde estaba la sombrilla roja de mis padres. No veía nada y disimulaba para que las niñas no dijeran nada. Era un horror lo mal que lo pasaba. Por eso hace 15 años, después de operarme, me tiré al agua en la piscina de mi casa en Bohadilla. Buceé, salí ¡y veía! Veía perfectamente. Lloré. Por primera vez en mi vida salí y veía los árboles, el agua, el cielo… Me entró una llantina… Toda una vida.

P – ¿Y las gafas que llevas puestas?

MR – Son para leer, para no llevarlas colgadas las llevo puestas. Pero tengo 100% de visión. Yo era delgadillo y con gafas, por eso el machote me pegaba. Eso me hizo alguien retraído, tímido y con miedo. Me refugié en los libros y en la imaginación. Un día vine con mis padres a Madrid y me llevaron a ver ‘El abanico’ de Goldoni. Quedé fascinado. Más tarde empecé en el El Teatro Español Universitario (TEU) en Sevilla. No porque yo quisiera ser famoso, sino para cambiar el mundo. Estaba la dictadura con Franco y hacíamos un teatro político para concienciar. Y aquí sigo.

P – Hablas de introspección, ¿qué ves cuándo te asomas a ti mismo? Las luces se apagan, llegas a tu casa y Miguel está solo.

MR – Depende de si me analizo o me comparo. Yo soy muy autocrítico, porque hay que serlo. Las cosas malas no te las voy a decir, las buenas tampoco. Yo creo que la felicidad no existe. Eso implicaría que mi amigo Pepe no tuviera cáncer, que no hubiera pateras… Hace falta ser un imbécil egoísta para decir: “Yo soy feliz”. A lo que hay que apuntarse es al partido de la alegría.

P – ¿Hay alegría en esas vistas?

MR – Procuro tenerla. Soy un pesimista que se empeña en ser optimista. Tengo buen carácter. Me levanto por las mañanas como Mafalda. “Hola mundo, ¡ya está aquí Miguelito!”. Y procurar, que es muy difícil, ser coherente. Que coincida lo que piensas con lo que haces. Mi abuelo, que me influyó mucho, me decía: “Gary (me llamaba Gary porque decía que era alto y delgado como Gary Cooper) cuando tú en una tertulia, alrededor de un café, oigas a alguien hablar de sí mismo, escúchale con respeto. Después, cuando termine la tertulia y él se vaya, tú síguele y mira lo que hace. Ese es, no lo que ha dicho”. De boquilla todo el mundo estupendo, pero luego, a la hora de la verdad, hay que procurar ser coherente. Eso significa armonía, que puede ser equivalente a la felicidad.

Miguel Rellán en el Teatro del Barrio / © Patricia Fernández

P – Con el paso de los años, ¿cómo es la ventana desde la que observas ahora el mundo?

MR – La ventana ha cambiado. Es la de un ordenador, un Apple. Pero yo estoy en contra de algunos amigos de mi edad que dicen: “En mi época…”. ¿Cómo que en “mi época”? Mi época es esta. Veo muchas cosas peor, pero Karl Popper decía: “El mundo está muy mal, hay razones para pensar que está muy mal… pero estamos mejor que nunca”. Una paradoja curiosa. Hay muchas cosas que está muy mal, como el retroceso moral. Pero, por otro lado, hay más gente buena que nunca. Lo que sucede es que lo negativo hace mucho ruido y, sobre todo, que manda el dinero.

P – Con la pandemia la precariedad en el teatro y el cine ha aumentado. Penélope Cruz explicaba hace unos días, tras ganar la Copa Volpi, que es un privilegio poder vivir de este oficio. Tú llevas toda la vida trabajando, pero te asomas a la ventana, ves esta situación y te pregunto, ¿cuánto manda el dinero en esta profesión?

MR – He conocido a algunos actores que lo son por definición, pero están poniendo copas. Siempre va a haber mucha más oferta que demanda. Porque, además, hay que tener en cuenta una cosa en el campo de la actuación y es que con que alguien, en teoría, hable y no tropiece, ya hace una serie.

P – ¿Qué opinas acerca de esto?

MR – Dos cosas. Al final volvemos a lo mismo, la educación. Si el público entendiera de interpretación aquello bajaba la audiencia. Pero, como la gente entiende de futbol, aplaude a lo primero. Lo que sucede es que la vida es una carrera de fondo. La vida es injusta. Este oficio es injusto. Pero no tanto, a la larga se queda la gente que vale. Por eso cuando empiezas a repasar qué habrá sido de la gente te das cuenta. En las series, yo que he hecho un montón, he visto gran cantidad de cadáveres exquisitos. ¿Y ahora dónde estarán? Si no podían salir a la calle firmando autógrafos. Muchos actores y actrices quieren la televisión porque les da fama, pero es una trituradora de carne.

P – Una ilusión pasajera…

MR – Muchos actores quieren empezar, lo que no saben es que no quieren ser actores. Quieren otra cosa, ser famosos. Pero esto es otra cosa. Yo soy un intérprete, un vehículo entre el autor, Shakespeare, y el espectador. Lo importante es el paciente. Tengo que hacerlo bien para que el espectador salga conmovido, que se haga preguntas y salga del teatro distinto a cómo entró. Aparte de para divertir. Pero no somos tan importantes (los actores). Nadie es tan importante. Nosotros lo decimos en teatro, la mejor representación es la siguiente siempre, por definición. Salvo los imbéciles nadie dice, “soy buen actor” ni “soy buen pianista”. Esto nunca se acaba. Charlie Chaplin decía: “En esta vida solo da tiempo a ser amateur”. No da tiempo, pero lo importante es el trayecto. Por eso cuando me dicen: “Tú ya has llegado”, yo pienso, “¿Adónde? ¿Adónde tengo que llegar? ¿Cuándo se llega?”. A ningún sitio, no quiero llegar a ningún sitio. Lo importante es el camino.

P – Dicho esto… ¿Piensas en la retirada?

MR – ¿Por qué? Alguien que se dedica a una cuestión artística, ¿se retira? ¿Se retiró Picasso con 90 años? Vargas Llosa, Premio Nobel, ¿por qué hace otra novela? Para ver si le sale de una vez. No hay testimonio, pero seguro que Diego Velázquez dijo: “Sí, están muy bien ‘Las Meninas’, pero a ver si me da tiempo de pintar otro”. Gabriel García Márquez lo dijo: “Está muy bien ‘Cien años de soledad’, pero a ver si me da tiempo de escribir una buena”. Te puede retirar la salud. Pero, si no, ¿por qué te vas a retirar? Se retira el actor funcionario, con todos mis respetos, al que no le interesaba esto y cae de rebote. O aquellos que se cansan, que también es normal. Pero, si no, no te retiras nunca.

P – ¿Qué estás leyendo?

MR – Siempre estoy leyendo varias cosas. Ahora estoy más centrado, porque colaboro de vez en cuando con la Fundación Juan March. Con un catedrático de La Laguna él va a hablar y yo voy a leer cartas de la correspondencia muy abundante de Gustav Flaubert. Por eso estoy aprovechando a leer su libro de correspondencias y, de paso, leerme las cuatro obras que merecen la pena de Flaubert. ‘Madame Bovary’, ‘La Educación Sentimental’, ‘Noviembre’ y ‘Bouvard et Pécuchet’. Y siempre tengo varios libros a la vez. Se me acumulan los periódicos. El dominical de El País, que lo llevo siempre en el metro. De vez en cuando digo: “Voy a hacer limpia, pero siempre dejo cosas”.

P – Muchísimas gracias, Miguel.

MR – A vos, señora.

Publicado por Patricia Fernandez

Periodista, escritora y conferenciante. Fundadora de la ONG Avanza sin miedo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: